Allá por octubre de 2009, cuando el Congreso anunció por primera vez la formación de una comisión para investigar la causa de la crisis financiera de 2008, supe inmediatamente que sus conclusiones finales apoyarían las agendas de sus respetivos partidos políticos. Particularlmente, supe que la mayoría democrática de la comisión usaría la crisis para justificar más involucramiento del gobierno en los mercados financieros. Estas preocupaciones han sido ahora completamente confirmadas.
Dado que fui una de las pocas personas que acertadamente predijo la magnitud de la burbuja inmobiliaria, y que expuse en mi libro de 2007 Crash Proof las consecuencias específicas para el sistema bancario y la economía cuando estalló, inmediatamente me contacté con la comisión ofreciendo mis servicios como testigo. En particular, supuse que los republicanos en el panel apreciarían escuchar a alguien que pensaba que la crisis resultó de demasiada, y no de poca regulación gubernamental.
Para pulir mis credenciales, envié a la comisión una lista de artículos que escribií entre 2004 y 2008. Mucha de esa crítica pre-crash está resumida en un discurso que di en 2006 a la Asociación Regional del Oeste de Banqueros Hipotecarios.
Sin embargo, a pesar de estos basamentos, mi repetido acercamiento a la comisión no dio frutos. En ese punto, me di cuenta de que no tenían ningún interés en dar ninguna chance a la narración por la que me inclinaba, específicamente la de que las ultra bajas tasas de interés pergeñadas por la Reserva Federal de Greenspan-Bernanke fueron el principal factor detrás del crash financiero de 2008.
Ignorar cómo las bajas tasas crearon la crisis es como culpar del crash del Hindenburg al mal clima, al mal manejo del piloto, a un personal de tierra perezoso y a periodistas por demás emocionados, mientras se ignora los 200.000 metros cúbicosa de gas hidrógeno inflamable que la aeronave contenía en su estructura.
Los demócratas claramente querían culpar redondamente a los banqueros "codiciosos" y a los reguladores "inermes" que habían caído bajo el embrujo del impulso "laissez-faire" favorecido por los republicanos. Estas conclusiones cohartarían los planes demócratas para cobrar aún más poder gubernamental.
Aús así, incluso la opinión de la minoría republicana ampliamente erró el blanco. En su opinión disidente, tres comisionados republicanos culparon de la crisis a factores mundiales más allá del control de los legisladores estadounidenses. Mientras que es cierto que otras naciones sufrieron burbujas inmobiliarias, lo hicieron porque sus propios bancos centrales también mantuvieron bajas las tasas de interés.
El mejor resultado fue un informe de la tercera minoría, hecho por Peter J. Wallason. El correctamente culpó de la burbuja inmobiliaria a las hipotecas aseguradas por el gobierno y a los préstamos hechos por mandato del gobierno a tomadores minoritarios no merecedores de crédito, aunque omitió el rol clave jugado por la Reserva Federal al hacer que esos préstamos fueran "alcanzables."
El gobierno ha estado subsidiendo la vivienda desde la administración Roosevelt, y nunca hemos tenido una burbuja de estas proporciones. No fue hasta que ésas garantías se combinaron con un 1% de tasa de los fondos federales que se volvieron supercargadas. Fue la infortunada combinación de garantías gubernamentales con dinero barato lo que produjo tal brebaje tóxico.
Durante la burbuja, un gran porcentaje de préstamos, particularmente aquellos en mercados con precios altos como California, tenían tasas ajustables. Estas tass fueron populares como resultado directo de la tasa ultra baja de los fondos federales, que las hacían significativamente más baratas que las tradicionales tasas fijas de las hipotecas a 30 años. Algunos de los préstamos subprime más populares eran del tipo "2/28", donde los tomadores de préstamos disfrutaban artificialmente de "atrayentes" tasas bajas para los primeros dos años solamente. Para aprobar los préstamos, Fannie y Freddie en realidad garantizaban las hipotecas basados solamente en la habilidad de los deudores para pagar la tasa que servía de gancho, incluso si no podían afrotar los ajustes. Por lo tanto, sin las bajas tasas de la Fed, la mayoría de estas ARMs (Adjustable-rate Mortgages - Hipotecas con Tasa Ajustable) nunca se habrían originado.
De mayor importancia es el hecho de que fueron las bajas tasas las que hicieron que las casas sobrecotizadas parecieran accesibles. Los compradores prestaban atención a los pagos mensuales, no al precio de la casa. Estas hipotecas estaban hechas a medida para los especuladores en bienes raíces y los que cambian de casa enseguida, cuya única intención es hacer rápidas ganancias en la reventa. Mayores tasas hubieran puesto un tope a la apreciación de las casas, ya que los potenciales tomadores de préstamo no habrían sido capaces de manejar pagos mayores.
Entretanto, las mismas tasas bajas crearon una demanda de deudas hipotecarias por parte de los inversores. Con los títulos del Tesoro y los CDs (credit derivatives - derivados crediticios) ofreciendo lastimosos dividendos, los inversores se sintieron alentados para buscar en otro lugar inversiones (aparentemente) de bajo riesgo y con altos rendimientos. Esto creó una demanda sin precedentes de deuda asegurada por Fannie y Freddie, al igual que por nuevas variedades de títulos respaldados con hipotecas.
Desde que Wall Street necesitó más hipotecas para empaquetar, los requisitos para dar préstamos se erosionaron para crear demanda. Mucha de la demanda provino de fuentes extranjeras buscando reciclar grandes superávits comerciales, los cuales habrían sido mucho más pequeños si la Fed no hubiera mantenido las tasas tan bajas.
La realidad es que nadie quiere echar la culpa por la crisis a la relajada política monetaria porque la política monetaria ahora es incluso más relajada que antes. Si la comisión hubiera correctamente echado la culpa de la burbuja inmobiliaria al dinero fácil, entonces hubiera puesto en duda la actual política de la Fed. Dada la fragilidad de nuestra economía y su continua dependencia de las bajas tasas, nadie tiene las agallas de destapar la olla. Si se produjo tanto daño económico con un 1% en la tasa de los fondos federales, imaginen cuánto daño se está produciendo con tasas al 0%, supercargadas con un facilitamiento cuantitativo.
Ni los demócratas ni los republicanos quieren que la Fed cierre los grifos monetarios por temor a un shock en el corto plazo. Ese es el por qué de que incluso los más vigilantes de los reguladores gubernamentales no habrían evitado la crisis financiera. Cualquier funcionario que tratara de frenar la comparsa inmobiliaria habría quedado sin empleo.
Por supuesto, el hecho de que tres informes por separado emitieran tres conclusiones separadas - estrictamente alineados partidariamente - muestra que la política fue la motivación detrás de toda la farsa. Aún con el beneficio de la retrospectiva y con u$s 9 millones de los contribuyentes, esta comisión aún sale vacía.
La conclusión que debería haberse emitido es que no necesitamos más regulación. La interferencia gubernamental ya ha hecho suficiente daño. Simplemente necesitamos volver a una sana política monetaria y sacar al gobierno de los mercados hipotecarios e inmobiliarios. Desafortunadamente, eso no va a ocurrir.
Comentarios de Peter Schiff sobre economía, mercados bursátiles, política y oro. Schiff es el renombrado escritor del bestseller "Crash Proof: How to Profit from the Coming Economic Collapse."