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Lunes 18 de abril de 2011
La única cosa más ridícula que la demasiado pequeña, y demasiado tardía, semi-rebaja de S&P respecto a la calificación de la deuda soberana de EE.UU. fue la severa reacción del mercado al anuncio. ¿Realmente S&P añadió algo al debate que no fuera ya ampliamente sabido? En todo caso, la declaración de S&P equivale a una llamada a despertarse para aquellos que de algún modo se las arreglaron para caminar dormidos a través de una explosión de deuda sin precedentes en los ultimos años.
Dadas las preocupaciones de S&P de que el Congreso fracase en encargarse de sus problemas fiscales a largo plazo, ¿sobre qué base puede concluir que Estados Unidos merece su calificacion crediticia de AAA? La calificación más alta posible debería reservarse para naciones fiscalmente responsables donde la perspectiva fiscal sea absolutamente transparente. Si S&P tiene genuinas preocupaciones sobre que Estados Unidos no podrá manejar sus défitis descontrolados, la calificación de AAA debería ser reducida ya mismo.
Por propio reconocimiento, S&P no está segura de si el Congreso tomará las medidas necesarias para poner en orden la casa fiscal estadounidense. Dada esa incertidumbre, debería reducir inmediatamente su calificación respecto a la deuda soberana de EE.UU. varios niveles por debajo de la AAA. Entonces si Estados Unidos realmente pone en orden su casa fiscal, la calificación de AAA podría ser restablecida. Si por el otro lado, la situación se deteriora, reducciones adicionales de la calificación estarían en camino.
AAA es la calificación más alta que puede dar S&P. Es el equivalente en Wall Street a un “compra muy recomendada.” Si un analista bursátil tiene serias preocupaciones de que una compañía pueda ir a la quiebra, ¿mantendría el “compra muy recomendada” por asumir de que aún había una posibilidad de evitar la quiebra? Si la compañía se declarara en bancarrota, ¿reduciría el analista su calificación de “compra muy recomendada” hasta “compra recomendada”?
A decir verdad, si la bancarrota es mínimamente posible, la calificación debería reducirse hasta “no comprar,” como mucho. Sólo si la perspectiva mejora hasta el punto en que la quiebra sale del cuadro es cuando la acción debería elevarse hasta “comprar.” Una calificación de “no comprar” al menos enviaría un mensaje a los potenciales compradores sobre que se avecinan problemas. Luego si la compañía realmente se declara en bancarrota, al menos no lo hace ostentando una calificación de "comprar".
Por supuesto, al cambiar a una perspectiva negativa, S&P intentará estar bien con Dios y con el Diablo. En el improbable caso de que el Congreso realmente actúe responsablemente para restaurar la prudencia fiscal, su AAA estaría validada. Si por el otro lado, los déficits fuera de control conducen a un rotundo default o a la hiperinflación, se jactará de la advertencia a tiempo de su perspectiva negativa. Esto es como un analista bursátil poniendo a una acción un "compra muy recomendada", pero calificando esa apreciación como especulativa.
El asunto es que la calificación AAA respecto a la deuda soberana de Estados Unidos es pura política. S&P simplemente no tiene la integridad para honestamente calificar la deuda estadounidense. Tiene una relación demasiado acogedora con el gobierno de Estados Unidos y con Wall Street como para amenazar al status quo. De hecho, dada la culpabilidad de las agencias calificadoras en la crisis financiera, bien puede tratarse de un "quid pro quo" ("esto por aquello") Siempre que se mantenga la calificación AAA de EE.UU., las agencias calificadoras continuarán gozando de sus monopolios sancionados por el gobierno, y no se iniciarán demandas civiles o penales relacionadas con títulos respaldados en hipotecas que fueron mal calificados.
Recuerden que S&P tenía "grado de inversión", calificaciones AAA, sobre incontables títulos con respaldo en hipotecas justo hasta el momento en que los papeles ya no valieron nada. Sorprendentemente, las agencias calificadoras de algún modo mantuvieron su estatus, y su habilidad para mover los mercados, después que el polvo se asentó.
Actualmente, están cometiendo el mismo error con los títulos del Tesoro de EE.UU.. Una vez que se haga obvio para todos que Estados Unidos va a entrar en default o a licuar sus deudas, S&P podría llegar a bajar la calificación de los títulos del Tesoro hasta AA+. Tal movida será de poco consuelo para aquellos inversores que se quedaron con el muerto.
En su análisis de la solvencia de EE.UU., S&P típicamente toma en cuenta la capacidad del gobierno para salir de cualquier atasco fiscal vía impresión de billetes. Como resultado, aplica un criterio muy diferente en su análisis del riesgo de inversión a aquel que aplicaría para una compañía privada, o incluso para un gobierno cuya moneda no tenga el estatus de reserva. Pero la agencia fracasa completamente en considerar cómo la impresión irresponsable impactará sobre el mismo valor del dólar. Puede asegurar a los inversores de que serán pagados, pero la agencia no dedica una reflexión acerca de si nuestros acreedores pueden ser capaces siquiera de comprar algo con sus dólares.